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El día que Brasil le dijo NO a Estados Unidos

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NegrosAmAbreWashington, diciembre de 1862: en medio de una costosa Guerra Civil, en vidas y en dinero, en la cual la Unión buscaba desesperadamente fondos a fin de sofocar la rebelión de los estados confederados, el presidente Abraham Lincoln, en su discurso anual, el State of the Union, osó solicitar al Congreso una dotación de 600 mil dólares para otro fin que no era el del conflicto. “Los legisladores deben autorizar la partida necesaria para la deportación de personas negras libres a cualquier lugar fuera de Estados Unidos”, afirmó Lincoln -de quien se celebra este mes el bicentenario de su nacimiento- en su discurso anual. No fue la primera o la única vez que el mandatario, un año antes de la proclamación de la emancipación de los esclavos, se refirió oficial y públicamente a su interés en deportar negros: fueron cinco declaraciones políticas, incluidos dos State of the Union y el discurso que precedió a la emancipación. “El sitio que pienso que podría ser una colonia es en Centroamérica. Está más cerca que Liberia [territorio del continente africano dominado por EE.UU. adonde se enviaron libertos]. Esa tierra es excelente para cualquier pueblo, especialmente por su semejanza climática con su tierra natal, por lo tanto se adecua a sus condiciones físicas”, escribió en un artículo publicado en el New York Tribune: “The colonization of people of african descendent”.

“El plan oficial propuesto por el presidente Lincoln y sancionado por el Congreso para dar inicio a la tarea de ubicar fuera de EE.UU. a los negros libertos o en vías de ser liberados en el decurso de la guerra avanza hacia su concreción a más tardar en cinco semanas. El gobierno se hará cargo de los costos del transporte y la manutención durante la primera estadía será a costas del Estado. A tal fin, el Congreso ha aprobado fondos”, afirmaba en agosto de 1862 un editorial del The New York Times. Con ese espíritu, Lincoln designó como representante extraordinario y ministro plenipotenciario de Estados Unidos a James Watson Webb, un antiabolicionista que vislumbraba la liberación de esclavos como potencialmente más peligrosa que la esclavitud en sí. “No es únicamente de interés de Estados Unidos y absolutamente necesario para su tranquilidad interna que se libre de la institución de la esclavitud, sino que también, en consecuencia del prejuicio de nuestro pueblo contra la raza negra, se hace indispensable que los negros libertos sean exportados afuera de nuestras fronteras, pues con nosotros nunca podrán gozar de igualdad social o política”, afirmó Webb en carta al secretario de Estado de Lincoln, William Henry Seward.

Negro_Civil-War.jpegEl tono, pese a ser más “discreto”, aun así no renegaba (aunque Webb, en ese entonces oficialista, pasase a decirse contrario a la Secesión y por ende a la “lepra de la esclavitud”) los editoriales que escribió en 1843, para el Courier & Enquirer: “Libertar a los negros del Sur y dejarlos donde se encuentran será el comienzo de un conflicto que sólo podrá terminar con el exterminio de una u otra raza. La raza negra se caracteriza por su ignorancia degradante e inferioridad mental, mientras que los esclavistas son honrados, patriotas y de mente elevada”. Y fue en la condición de representante oficial del gobierno estadounidense que el propio Webb, en mayo de 1862, formuló ante el gobierno brasileño la propuesta de constituir una empresa binacional de colonización de la Amazonia con negros norteamericanos libres o que serían libertados en el transcurso de la Guerra Civil. “[El marqués de] Abrantes presentó tres propuestas del ministro norteamericano, cuyo fin es transportar al valle del Amazonas principalmente a los negros que se libertasen en Estados Unidos. Abrantes quedó en hacer copias de tan singulares propuestas y contestar como es debido a Webb”, apuntó Don Pedro II en su diario en junio de ese año, ya sabiendo del proyecto de “deportación” de negros. El primer historiador que llamó la atención sobre esta historia exótica fue Sérgio Buarque de Holanda, en el prefacio que escribió para el libro A Amazonia para os negros americanos, de Nícia Vilela, en 1968. “No se me ocurrió buscar en fuentes documentales brasileñas otras noticias sobre el proyecto. Recorriendo con otros intereses el archivo personal del ministro Webb, actualmente en la biblioteca de la Universidad de Yale, encontré dos textos que se relacionan con el proyecto”, afirmó Buarque de Holanda. La “pista” llamó la atención de la historiadora Maria Clara Sales Carneiro Sampaio, quien fue en busca de más información. No encontró nada en Brasil y partió hacia Yale, donde tuvo acceso a los más de dos mil documentos (que transcribió) de la colección James Watson Webb Papers, de los años 1862 y 1863.

En medio del papelerío examinado por Maria Clara había minutas del proyecto, cartas enviadas a Seward sobre la marcha de las negociaciones y anotaciones de Webb sobre la situación de Brasil que, según creía, carecía de mano de obra esclava y aceptaría de buen grado recibir a los negros norteamericanos en su territorio. Con base en el material relevado, la historiadora escribió su tesina: Fronteras negras al Sur, dirigida por Maria Helena Machado, docente asociada de la USP, donde dicho trabajo ahora ha sido defendido ante mesa examinadora. En su doctorado, Maria Clara expandirá la investigación a otros países también sondeados por Lincoln. “Este estudio revela unas poco conocidas influencias de la Guerra Civil en Brasil. La ironía está en el hecho de que el presidente Barack Obama tenga a Lincoln como modelo: si hubiera prevalecido su voluntad, EE.UU. habría expatriado a los afronorteamericanos”, dice Maria Helena. “Fue un hombre blanco de su tiempo y por supuesto, compartía muchas de las dudas de los racistas sureños sobre la posibilidad de que los negros se transformasen en ciudadanos. En el caso de las expatriaciones, el interés de Lincoln revela su duda acerca de si los ex esclavos serían asimilados por la sociedad norteamericana, pero también su feeling, en el sentido de que más blancos, en especial aquéllos de los estados fronterizos entre el Norte y el Sur, apoyarían la abolición si se les asegurase a ellos que los negros libertos serían ‘reubicados'”, evalúa la brasileñista Barbara Weinstein, docente de historia en Yale.

Negro_Lincoln-1-e1478803929510-300x186El principal argumento que planteó Webb en su proyecto se apoyaba en el supuesto -estado crónico de falta de mano de obra en Brasil, en especial en las provincias del Norte-: “El rápido aumento del valor del negro en Río de Janeiro y el avance del café, sumado a la disminución de la población esclava, al contrario de la nuestra, y que la misma es de un tipo de africano bastante inferior a los traídos al Brasil, está rápidamente despoblando las provincias del norte del Imperio (Northern Provinces). La gran necesidad de Brasil ahora es de mano de obra. Debido a las características del clima y del suelo, el trabajo negro es preferible al blanco”, justificaba el norteamericano. No deja de numerar las ventajas del uso del negro norteamericano. “Dios creó en los corazones del pueblo de Estados Unidos, cuyo clima y suelo son propicios al trabajo esclavo, una aversión a la esclavitud que resultó en una guerra civil nunca antes vista. Los negros que se aprestan a ser manumisos (horros, libertos) fueron entrenados para el trabajo: son dóciles y tratables, pero suspiran por libertad. Dios, en su infinita sabiduría y misericordia, hizo posible por medio de la política y de los intereses de EE.UU. y Brasil asegurarles esa libertad. Brasil padece falta de mano de obra. Cuatro millones de negros preparados para el trabajo, cada uno valiendo el equivalente a tres africanos nativos, están suspirando por libertad y listos para comprarla en el suelo congenial de Brasil y bajo las leyes e instituciones liberales brasileñas”. Al fin y al cabo, sigue Webb, “la Constitución de Brasil reconoce como iguales a los negros que los hombres blancos e igualmente elegibles con éstos para los más altos cargos del Imperio, donde la distinción social entre las razas blanca y negra, que ya existió, ha sido casi erradicada”. El proyecto era filantrópico, aseguraba.

La base sería una concesión al gobierno brasileño del derecho de exclusividad de traer colonos a Brasil, africanos o afrodescendientes, emancipados o en vías de serlo. El nombre de la propuesta indica el sentido real: concesión al general James W. Webb, quien contaría con ese privilegio mantenido durante 20 años. “Las personas que sean introducidas por el concesionario y sus asociados serán catalogadas como ‘aprendices’: su trabajo durante un período de cinco años y un mes desde el día de su desembarco en Brasil será propiedad del concesionario”, sostenía el contrato de concesión. “En lugar de libertar al esclavo inmediatamente, éste será preparado para gozar de su libertad y, al mismo tiempo, pagar por su enseñanza, por el costo de su transporte y por su futura residencia”, aseveraba Webb en la propuesta. “Existen fuertes señales indicativas de que había intereses comerciales en el proyecto, tanto de Webb como de brasileños, interesados en lucrar con la administración de una compañía de inmigración en los moldes rentables de las compañías de colonización de África, como la que generó Freetown, en Sierra Leona, a finales del siglo XVIII, por parte de abolicionistas ingleses, con el objetivo de desembarcar africanos aprisionados en el tráfico ilegal, o la compra del territorio de Liberia por parte de American Colonization Society, en los años 1820”, evalúa Maria Helena. “El dedo de Dios apunta hacia las provincias del Norte de Brasil como el futuro hogar de los esclavos libertos en EE.UU. Brasil y los negros libertos se beneficiarán en igual medida: un tratado entre EE.UU. y Brasil, por el cual todos los negros libertos de EE.UU. serán agraciados con tierras por el gobierno de Brasil y al cabo de los años estipulados se convertirán en ciudadanos brasileños con todos los derechos y privilegios de la población negra del Imperio”, argumentaba Webb.

Negro_plantationReservadamente, el ministro norteamericano incluso hace una concesión en el sentido de que, en el caso de los estados del Sur de Brasil, la llegada de inmigrantes blancos europeos sería una solución, pero eso no sería bueno en la región tropical del Norte. “Al estar el tráfico de esclavos en su fin y al verificarse que la colonización de Europa consta en leyes imprudentes y egoístas, pues bien, que sean humildes los estadistas brasileños ante las perspectivas que el futuro presenta. A menos que las provincias del Sur se satisfagan con trabajadores de afuera, cosa que solamente puede lograrse con un cambio en las leyes de colonización del Imperio, las provincias bajo el Ecuador perderán a sus trabajadores y el Norte, a causa de ello, volverá a ser habitado por indígenas y bestias salvajes de los cuales había sido rescatado con la introducción del trabajo africano”, escribió Webb, en un comunicado secreto dirigido al secretario de Estado Seward. Pero no solamente la Unión miraba hacia Brasil como una válvula de escape capaz de resolver los problemas que se avecinaban con la abolición generalizada de los africanos, producto del avance de la guerra. Los estados confederados idearon ese movimiento mucho antes que Lincoln, en especial a partir de otro proyecto polémico, desarrollado a finales de la década de 1840 por el teniente sureño Matthew Fontaine Maury, estudioso de las corrientes marítimas, inventor del telégrafo submarino y del torpedo fluvial, que sería usado por los confederados, para los cuales era un ídolo de la estatura de Robert E. Lee, durante la Guerra Civil. “Maury planteaba bajo la carátula de la discusión sobre la libre navegación del Amazonas la inmigración en masa de plantadores de algodón sureños y sus esclavos al valle amazónico, o incluso la inmigración forzosa de los esclavos, con lo cual la Amazonia se convertiría en la válvula de seguridad de EE.UU.”, afirma Maria Helena.

Según la investigadora, previendo la posibilidad de confrontación entre Norte y Sur y las amenazas de pérdida del control de la situación que podrían surgir con una “guerra de razas”, Maury abogaba por la transferencia de negros a Brasil capitaneada por los sureños. “No pretendo transformar un territorio libre en uno esclavista o introducir la esclavitud allí donde no existe. Brasil es un país tanto como lo es Virginia. Sé que usted se alegraría al despertarse un día y afirmar que no existe más esclavitud en Virginia. Y eso sin quitar las cadenas de un solo brazo, ni llevar ningún esclavo a la libertad”, escribió Maury. “Existía la cuestión de la representación política. Los confederados ubicaron a la Amazonia en el contexto de la visión del liderazgo sureño, que consideraba que era necesario expandir la esclavitud hacia un nuevo territorio para que tal liderazgo siguiera existiendo. Los confederados veían en la esclavitud algo permanente y necesario para su modo de vida y estaban dispuestos a derramar cuanta sangre fuera necesaria para impedir la abolición”, evalúa Barbara Weinstein. “Solamente así se puede entender la amplitud de las propuestas de Maury, quien se convenció de que el escenario privilegiado de los intereses sureños estaba en la Amazonia. A medida que nuevos estados se incorporaban a la Unión y la población de los estados no esclavistas crecía, el Sur se vio amenazado en su representatividad. La expansión y anexión de otros territorios era una forma de equilibrar fuerzas políticas”, añade Maria Helena. “Cuando los confederados resolvieron separarse de EE.UU., muchos procuraron vencer a un Norte industrializado y más populoso. El Deep South (el Sur profundo) pocos a poco se fue convenciendo de que debería hacer una alianza con Brasil, el Deepest South (el Sur más profundo) para sobrevivir y asegurarse que la esclavitud se mantendría en el hemisferio. Para figuras como Maury, Brasil era no sólo la esperanza de ganar la Guerra Civil, sino también un refugio ideal en caso de derrota. Era el llamado slave imperialism, el imperialismo esclavista”, afirma el brasileñista Gerald Horne, catedrático en historia afroamericana de la Universidad de Houston.

A tal fin, la toma de la Amazonia era una necesidad e incluso un deber, parte del “destino manifiesto”: “¿Quién poblará el valle del poderoso Amazonas? ¿Aquel pueblo imbécil e indolente o será desarrollado por una raza con energía e ingeniosidad capaz de domar la selva y sacar a relucir los recursos que allí yacen?”, se preguntaba Maury en carta al cuñado William Herndon, encargado por la Marina de EE.UU. de explorar el área sin ningún permiso del gobierno brasileño. “Creo que Brasil no opondrá obstáculos a que se pueble la región con ciudadanos americanos que decidieron ir allá con sus esclavos. Así como el valle del Mississippi fue la válvula de escape de los esclavos del Norte ahora libres, el Amazonas lo será para aquellos esclavos del Mississippi”, creía el militar confederado. El establecimiento de una “República del Amazonas” sería el punto culminante de la expansión sureña sobre Brasil, a punto tal de que el abolicionista negro Frederick Douglass llegó a confesar que estaba alarmado con esos planes amazónicos que, según él, “habían sido iniciados por capitalistas de nuestras metrópolis mediante expediciones al Brasil, país con el cual, infructuosamente, intentan establecer un tratado para la protección y propagación de la esclavitud en el continente”. “Para los confederados, era necesaria la combinación entre ambas grandes naciones esclavistas de la América, una forma de resistencia a la presión abolicionista del resto del mundo”, sostiene Horne. Seward, por intermedio de Webb, varias veces reprendió a Brasil por su supuesta colaboración con embarcaciones sureñas que desembarcaban en Río y Salvador, como así también temía que el Imperio reconociera oficialmente a los estados confederados.

Negro_richmondFue precisamente el proyecto de un “imperialismo esclavista” de la absorción del Deepest South, como lo preconizaba Maury en la década de 1850, que en 1862 arrojó un balde de agua fría en la propuesta similar que efectuó Webb. “Se hizo necesaria la cruzada de Maury para que Brasil saliera de su inmovilismo y se dispusiera a enfrentar la cuestión de la navegación del Amazonas. En 1851, el gobierno imperial se encargaba de entenderse con los estados ribereños del Amazonas y sus afluentes, a los efectos de sentar una futura política de límites de navegación y protección del Amazonas”, explica Nícia Vilela en su A Amazonia para os negros americanos. Así, recién en 1867 Brasil se sintió tranquilo, dado el nuevo cuadro estable de relaciones interamericanas, para abrir el Amazonas a la navegación internacional. “La reacción brasileña al proyecto de Webb se configuró a decir verdad con base en la presión de la propuesta de Maury, una década antes. Mientras el americano propagandeaba en EE.UU. las ventajas de ocupar el valle amazónico y las riquezas que se generarían con la libre navegación del río, Brasil comenzó a hacer impresionantes esfuerzos diplomáticos y políticos para contener el avance norteamericano sobre la soberanía del Imperio”, sostiene Maria Helena. Ergo, no debe haber causado sorpresa a Webb la negativa del gobierno brasileño.

“General: tuve el gusto de leer con suma atención los documentos que me confió y ahora le contesto con respecto a su plan de introducción de negros libertos al Brasil. Debo admitir que el objetivo en sí es sumamente interesante. Mi opinión personal es que sus ideas merecen consideración y que muchas de ellas, en circunstancias favorables, serían de gran utilidad. No obstante, nada de esa índole podrá intentarse en nuestro país, pues tenemos una ley que impide expresamente la entrada de cualquier negro liberto en nuestras fronteras. Le envío la ley para su conocimiento. Renuevo mis votos de aprecio y estima. Abrantes. El proyecto fue archivado. “La elite política brasileña ya estaba abocada a atraer inmigrantes blancos europeos a Brasil: los planes de inmigración y colonización estaban totalmente volcados al ‘blanqueamiento’ de la población brasileña, e incluso propuestas de traer trabajadores chinos fallaron porque el Parlamento no aceptó la venida de ‘no blancos'”, analiza Barbara. “Había también un deseo de proteger la Amazonia de intrusiones comerciales extranjeras, especialmente en un momento en el cual el comercio de caucho se afirmaba como una fuente de divisas significativa. Incluso llegó a pensarse en crear colonias agrícolas en Pará en esa época, pero serían para blancos europeos”. Del lado norteamericano, el rechazo brasileño llevaba a la cautela.

Negro_ponte“Usted piensa que avista el dedo de Dios apuntando hacia las provincias del Norte de Brasil como la tierra de promesas, de descanso y reparación de los esclavos de los estados del Sur de esta República y solicita al presidente el poder para negociar un tratado tendiente a concretar la remoción de tales hombres. El presidente no puede, sin consideraciones adicionales, dar lugar a esa solicitud”, escribió Seward en carta abierta a Webb publicada en The New York Times. “El presidente, aunque se haya negado a otorgarle en este momento la autoridad que usted solicita, lo invita a seguir las discusiones basadas en el importante puesto que usted ocupa en un país de condición tan sugestivo para el pensamiento liberal”. El secretario de Estado y el presidente parecían no hablar en el mismo idioma (basta con recordar que Seward fue dejado de lado por el Partido Republicano para que Lincoln disputase la Presidencia): “Yo declino a mudar la colonia de negros libertos a cualquier Estado; no sin antes obtener el consentimiento de su gobierno. Al mismo tiempo, les ofrecí a los diversos Estados situados debajo de los trópicos, o que tengan colonias en esos lugares, negociar con EE.UU., sujetos al consentimiento del Senado, en pro de la emigración voluntaria de personas de aquella clase a sus respectivos territorios, con la condición de que sean recibidas en forma justa y humana. Lamento decir que muchos a los que les gustaría hacerlo no lo hacen porque sólo Liberia y Haití están disponibles y las personas no están tan interesadas en ir a esos lugares tanto como a los otros”, afirmó Lincoln en su State of the Union, dejando claro que aún tenía esperanzas en ver concretada la deportación voluntaria.

“El señor Seward habló bastante sobre la cuestión de la emigración de la población negra. Hombres de peso, entre ellos el presidente Lincoln, creían que lo mejor para ambas razas era la separación y la conservación del Norte solamente para los blancos. Pero miembros del Partido de la Emancipación eran contrarios a esa remoción, pues no consideraban sabio abdicar de tantos músculos y brazos y si era prudente entregar ese poder a naciones que no necesariamente serán siempre amigas de EE.UU.”, escribió Lord Lyons, ministro de Inglaterra con base en Washington a sus superiores, informando sobre una charla que mantuviera con el secretario de Estado pocos días antes de la proclamación de la emancipación. “Sin embargo, Lincoln presidió una nación en guerra violenta y necesitaba apoyo del exterior. Por eso, lo último que deseaba era meterse en un conflicto con una nación extranjera. Cualquier interés que tuviera en el proyecto o en el Amazonas era menor si se lo comparase con su necesidad de mantener buenas relaciones diplomáticas con Brasil”, analiza Barbara. “Una razón para que los negros norteamericanos se quedaran en el Norte fue la renuencia de algunas naciones, especialmente Brasil, a recibirlos en medio de una Guerra Civil, de la misma manera que la simpatía de ese país por los estados confederados fue fundamental para los rebeldes”, cree Horne. Eso fue determinante en la venida de ex confederados a Brasil después de la guerra.

“Muchos emigraron e incluso intentaron traer a sus esclavos (y algunos lo lograron), pues querían vivir en un país donde el esclavismo perduraba. La mayoría se desencantó y regresó, pero muchos se quedaron y fundaron comunidades. Algunos hasta pensaron en usar Brasil como plataforma para construir un nuevo imperio esclavista y revertir el resultado de la guerra”, dice Horne. Pero el dedo de Dios ya estaba en manos del Norte.


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